Desde que fui madre, no juzgo, entiendo.

Desde que fui madre, no juzgo tanto y entiendo más.

No juzgo a las madres que deciden dar biberón, las entiendo. No juzgo a las que deciden dar pecho y lo siguen haciendo hasta que ellas decidan, las entiendo. No juzgo a las madres que eligen un método mixto. Las entiendo.

No juzgo a las madres que deciden que sus bebés aprendan a dormirse solos, ni a las que los acunan hasta que consiguen dormirlos, ni a las que los meten en sus camas y hacen colecho. A todas ellas, las entiendo.

No juzgo a las madres que optan por un parto natural ni a las que optan por un parto sin dolor. Las entiendo.

No juzgo a las madres que deciden renunciar a su baja laboral, las entiendo. Ni a las que deciden no volver a hacerlo más, las entiendo. Ni a las que cogen una excedencia o deciden dejarlo todo por perseguir sus sueños, las entiendo.

No juzgo a las madres que deciden no renunciar a su tiempo libre, a hacer deporte, a dedicarse tiempo a sí mismas. Las entiendo. No juzgo a las madres que deciden renunciar a su tiempo libre, a hacer deporte, a dedicarse tiempo a sí mismas. Las entiendo.

No juzgo a las madres que optan por las papillas ni a las que optan por el BLW. Las entiendo a ambas.

No juzgo a las madres que deciden llevar a sus bebés a guarderías o escuelas infantiles. Las entiendo. No juzgo a las que deciden dejarlos con los abuelos. Las entiendo también.

No juzgo a las madres que deciden establecer rutinas estrictas con sus bebés ni a las que deciden no establecerlas. Las entiendo.

No juzgo a las madres que deciden viajar con sus bebés, ni a las que deciden hacerlo con ellos, ni a las que deciden no hacerlo. A todas ellas las entiendo.

No juzgo a las madres que no dejan llorar a sus bebés. Ni a las que dejan que lo hagan. A ambas las entiendo.

No juzgo a las madres que cogen a sus bebés en brazos todo el tiempo. Ni a las que no lo hacen. Las entiendo.

No juzgo a las madres que optan por dejar su casa y las tareas del hogar en un segundo o incluso tercer plano por dar preferencia a pasar tiempo con sus bebés. Ni a las que siguen prestándole la misma atención que el primer día a su casa y al orden. Las entiendo.

 

Desde que fui madre, no juzgo. Entiendo. Entiendo que cada madre elige la opción que más feliz le hace a sí misma, a su bebé. A su familia. Entiendo y respeto que cada madre elija la fórmula que mejor les funciona, que les hace bien.

Aunque no sea la opción que yo elija para mí y para mi bebé, o la que yo crea que es mejor. No juzgo, entiendo. Y sobre todo, no cuestiono. Respeto.

Y esto, es lo que deberíamos hacer todas las madres en lugar de tirarnos piedras de unos tejados a otros. Entendernos, respetarnos, apoyarnos más allá de nuestras diferencias, más allá de nuestros métodos de crianza, porque nosotras, las que somos mamás, mejor que nadie sabemos lo difícil que puede resultar a veces la maternidad y de nada sirve que nos lo compliquemos más.

Por ello, no juzguemos, entendamos, respetemos.

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Estudiar con un bebé es difícil, pero no imposible

Yo pensaba que combinar trabajo, maternidad y estudiar no sería demasiado difícil, que no sería para tanto, pero este año que he estado combinando estas tres cosas me ha enseñado que sí lo es.

Es un camino duro que constituye todo un reto que día a día te hace replantearte la situación y si de verdad todo ese esfuerzo merecerá o no la pena.
Las clases a las que vas y por las que renuncias a pasar tiempo con tu pequeña. Las noches que te quedas estudiando y que te hacen estar tan agotada al día siguiente que hacen que no rindas en ningún ámbito, ni en el trabajo ni como madre. Los momentos en los que intentas ponerte a adelantar temario mientras tú pequeña deambula por la casa reclamándote cada dos minutos hasta que tienes que dejarlo. Las mañanas en las que te invade el sentimiento de culpa por no haber estudiado la noche anterior lo que tenías programado porque no podías más y necesitabas descansar. O esa sensación de tener tantas cosas en la cabeza: la casa, la compra, el trabajo, tu bebé, estudiar… que te lleva a la impresión de que quieres abarcarlo todo y no abarcas nada y al agobio de sentir que no puedes con todo. Muchas situaciones y sensaciones que hacen que te des cuenta que estudiar teniendo un bebé no es que no sea fácil, sino que es todo lo contrario: es difícil, y bastante.

Pero como bien digo en el título de este post, es díficil, pero no imposible. Y poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se va andando el camino y sin darte cuenta, estás más cerca de tu objetivo.

En mi caso, mi familia me ha ayudado mucho a ello, porque además de darme en todo momento ánimo y aliento, cosas que son fundamentales en este proceso, son quienes se quedaban con mi pequeña cuando yo tenía que asistir a clases. Benditos abuelos y tíos, ¿qué haríamos sin ellos?
Y ésta, me atrevería a decir que es una de las claves para poder estudiar teniendo bebés, saber delegar y dejar a nuestros bebés en manos de quienes les quieren, mientras nosotras necesitemos asistir a una tutoría, a clase o ir a la biblioteca a estudiar. Y hacerlo de la misma forma que lo haríamos si nos tuviéramos que ir a cumplir con nuestra jornada laboral y no sentirnos culpables por ello. Además, el hecho de saber que están en tan buenas manos como si estuvieran en las nuestras hace que nos podamos centrar y que el tiempo que invirtamos en estudiar, sea de calidad.

Otra de las claves, es el apoyo de las personas que nos rodean. Es un proceso que no se recorre de manera solitaria, sino que afecta al núcleo familiar y por ello que nuestra pareja esté de acuerdo es fundamental, además de para ayudarnos a sobrellevarlo, para darnos las fuerzas necesarias cuando éstas nos flaquean. En este caso, yo he tenido y tengo la suerte de además de tener su aprobación, tener su apoyo. Y más que su apoyo, su incansable refuerzo haciendo que recuerde mis sueños y que los persiga incluso cuando yo creo que ya los he perdido.

Y la última de las claves diría que es no desesperar y ser conscientes de que cada pequeño avance que hacemos es uno muy grande. Estoy no es tarea fácil, pero hay que hacer un esfuerzo en ser positiva, ser sensata y no querer tirar la toalla en algún momento en el que estemos muy cansadas, sintamos que no progresamos o si un examen sale mal. Yo he sido la primera a la que esto le ha pasado, pero si pasa, hay que pensar fríamente y darse cuenta de que aunque el examen nos haya podido salir mal o peor de lo que nos habría gustado, con todo lo que nos hemos esforzado y con todo lo que hemos trabajado, hemos aprendido y con ello, hemos avanzado. Y de esta manera ya estamos más lejos del punto de partida desde el que habíamos iniciado el camino y por lo tanto, más cerca de nuestro objetivo.

No, no es un camino fácil. Es un camino muy difícil. Pero no imposible.

Así que mamis que estudiéis, ¡ánimo! Vosotras podéis. Y a las que os lo estéis planteando, dad el paso, somos capaces de conseguir lo que nos propongamos 💪🏻

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cama casita Montessori

 

La educación basada en la pedagogía Montessori promueve la independencia del niño para que puedan descubrir el mundo que les rodea con libertad. Éste método se caracteriza porque trata de dar autonomía al bebé en todos los aspectos de su día a día. La comida, el movimiento, la higiene, el juego y el sueño.

Para ello, esta pedagogía defiende la provisión de un ambiente preparado: ordenado, estático, simple y real, donde cada elemento tiene su razón de ser en el desarrollo del niño. Así pues, el espacio se debe adaptar a las capacidades de los pequeños y pequeñas.  Las estanterías bajas, los materiales, los juegos a su alcance o las torres de aprendizaje para el baño y/o cocina, son un ejemplo de la adaptación del entorno a su nivel de desarrollo. Y del mismo modo lo es la cama casita.

 

¿Qué es la cama casa Montessori?

Es una cama que, inspirada en este método, es más baja. El colchón se coloca prácticamente al nivel del suelo, lo que permite libertad de movimiento a niños y niñas para subir y bajar de ella y por tanto, proporciona autonomía respecto al sueño.
Y además de éste, tiene otros beneficios como:

  • Son seguras. Puesto que este tipo de camas están prácticamente al nivel del suelo, no existe el peligro de que el bebé se caiga y se haga daño del mismo modo que lo haría al caer desde una cama alta o desde los barrotes de la cuna.
  • Fomentan el aprendizaje. Las cunas limitan la libertad de movimiento de los bebés que no pueden salir de ellas sin la ayuda de un adulto. En cambio, las camas Montessori les brinda libertad para moverse por la habitación, descubrir e interactuar con el entorno, sin ayuda de los padres, y de este modo se fomenta el aprendizaje autónomo.
  • Permite libertad, estímulos, y visión del entorno que rodea al bebé. Mientras que desde la cuna no pueden ver todo aquello que les rodea, desde este tipo de cama sí, esto proporciona un estímulo positivo al bebé puesto que le hace consciente de su realidad y partícipe de ella.

¿Desde que momento se puede usar?

Por regla general se suele aconsejar su uso a partir del cuarto mes de vida, aunque lo más conveniente es utilizar este tipo de cama desde el momento en el que los bebés empiezan a gatear, para que, de este modo, puedan subir y bajar de ella de forma autónoma.

¿Cómo pueden ser?

No todas las camas Montessori tienen que ser tipo casita. Éste es un modelo que aboga por esta metodología con un diseño muy atractivo, pero no es el único.

Hay camas Montessori de muchos tipos y en el mercado podemos encontrar diferentes alternativas. Aunque todas ellas tienen un elemento común: son bajas y el colchón se sitúa cerca del suelo  por seguridad y para favorecer el libre movimiento del bebé.

La nuestra es de la marca «muemue».

En la página web la podéis encontrar en color azul, rosa y madera. Para verla, pincha aquí.

Puesto que las camas Montessori están pensadas para favorecer la autonomía infantil, estas deberán ir adaptandose y evolucionando según la etapa de desarrollo del niño. Cuando los bebés gatean es idóneo que éstas estén a ras de suelo y cuando el bebé sea capaz de caminar con soltura o haya crecido un poco, se puede colocar una cama un poco más elevada, pero que siempre le permita subir y bajar solo. Así pues, a medida que el bebé o niño va creciendo, la cama también lo irá haciendo.

Nuestra experiencia con la cama casita Montessori

Nosotros elegimos este tipo de cama porque soy partidaria de esta metodología. Creo en sus principios, en su pedagogía y en este caso concreto, respecto a la cama, en las múltiples ventajas que su uso comporta. Sobre todo, respecto a la libertad de movimiento, independencia y autonomía que proporciona.

Mia siempre ha tenido el sueño muy ligero e intermitente, y aunque de un tiempo a esta parte ha ido reduciendo sus despertares nocturnos, para mí se hacía necesaria una opción en la que no tuviera que acudir a su cuna (en su habitación) cada vez que se despertara. Para nosotros ésta ha sido la opción idónea puesto que en tan solo cuatro noches durmiendo en ella, nuestra pequeña cuando se despierta viene a buscarnos a nuestra habitación y en ese momento decidimos si la metemos en nuestra cama con nosotros, la volvemos a llevar a la suya para que siga durmiendo después de un bibe o si nos levantamos si ya es la hora de ello. Y lo hace sin llantos ni quejidos, hecho que también ha mejorado, puesto que antes, cuando dormía en la cuna y se despertaba, si que ocurría y ahora no.

En nuestro caso hemos optado por no colocar ninguna barra de seguridad ni ningún acople de madera que acote el espacio de la cama y que deje solo un lado de salida porque nos parecía peligroso que Mia se pudiera precipitar por arriba de él. Si bien no iba a caer desde la misma altura que si cae desde la cuna, igualmente caería de más altura que si lo hace desde el colchón, y teniendo en cuenta que cuando caen al intentar escalar este tipo de barreras lo hacen de cabeza, preferimos evitar este riesgo. Conocemos bien a nuestra bebé, sabíamos que lo primero que intentaría sería saltar ese obstáculo, y por ello decidimos no colocar nada a modo de tope y en lugar de ello poner una alfombra para que en caso de que caiga lo haga sobre ella y sobre algunos cojines que seguimos poniendo alrededor de la cama, por la noche después de acostarla, a modo de precaución, aunque hasta el momento no se ha caído ninguna noche a pesar de que Mia se mueve muchísimo incluso durmiendo.

Así pues, desde nuestra experiencia, que ha sido muy positiva, sin ninguna duda os recomiendo este tipo de cama que favorece el desarrollo, autonomía e independencia de nuestros bebés 😊

Espero que este post os sirva y que haya resuelto algunas dudas que teníais. Si seguís teniendo alguna más, o queréis hacerme alguna consulta, no dudéis en comunicaros conmigo por aquí o a través de mi red social de Instagram aquí. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por qué no decir a los niños «Si te portas mal, los Reyes Magos no te traerán regalos»

A las puertas de la época del año más esperada por muchos, ya se empieza a oír la típica frase «si te portas mal, Papá Noel no te traerá nada», «no te portes mal o los Reyes Magos te traerán carbón», «pórtate bien, si no los reyes no te traerán nada de lo que has pedido» o alguna de sus variantes por parte de padres, tíos y abuelos hacia los niños y niñas que tienen en sus casas.

Y, es que aunque esta es una frase que se ha dicho desde tiempos insospechados, eso no quiere decir que esté bien, y a quien quiera justificarse diciendo que siempre se ha dicho y no ha pasado nada, le podemos decir que el hecho de que haya sido así no significa que sea correcto y que además siempre se está a tiempo de mejorar como nos comportamos con los niños y niñas y qué cosas les decimos porque estas les pueden afectar.

Una forma de mejorar es eliminar ciertas frases de nuestro vocabulario, y en este caso esta que hace alusión a los Reyes Magos o Papá Noel y que usamos más de lo que deberíamos.

Si tenéis dudas al respecto, leed a continuación, estas son algunas de las razones por las que debemos eliminarla:

1. Esta afirmación insta a obedecer en función de cierto interés, en este caso el de conseguir los regalos que Papá Noel o los Reyes Magos les traen a los niños y niñas. Así pues, recurrir a esta frase limita el diálogo entre el adulto y el niño para llegar a comprenderse o a un acuerdo en el que ambas partes se beneficien y se centra en la consecución de los comportamientos deseados por medio del chantaje.

2. Este tipo de chantajes conllevan a un método educativo basado en el aprendizaje por premios y castigos y este aprendizaje es poco estable para situaciones a largo plazo.

3. No es un método respetuoso, los niños y niñas necesitan ser educados desde el cariño, la comprensión, la empatía, el afecto y el respeto. Utilizar chantajes y amenazas no es respetuoso en absoluto. Si a cualquier persona adulta le explicaríamos las cosas e intentaríamos razonar con ella, ¿por qué no hacerlo con los niños y niñas? Se merecen exactamente el mismo respeto.

4. De esta frase se derivan etiquetas indeseadas y se clasifican los niños en buenos o malos, dando por asumido que a los niños buenos si se les traen regalos y a los malos no, estigmatizando así a los más pequeños de una forma muy genérica y en la que no nos centramos si determinado comportamiento ha sido erróneo, por qué, y en solucionarlo, sino en categorizar al niño como malo. Etiqueta que no se corresponde en absoluto con la realidad, pues pueden haber comportamientos poco acertados por parte de niños y niñas, pero nunca en ningún caso nos pueden llevar a asumir o afirmar que por ese determinado comportamiento esos niños o niñas, son malos o malas.

5. Es una afirmación, chantaje o amenaza poco realista. De hecho, es totalmente incierta. Les chantajeamos con el hecho de que si no se portan bien no tendrán regalos cuando lo cierto es que los regalos están comprados de hace tiempo y que se porten como se porten, los acabarán teniendo. Hacer chantaje no está bien, y esto empeora si no cumplimos con lo que decimos.

«Lo estás haciendo bien»

«Lo estás haciendo bien»

Este es el mensaje que me repito cuando a veces me surgen dudas o me cuestiono cómo lo estoy haciendo como madre, ¿la habré mal acostumbrado a no dormir y ahora que se queda con los abuelos será un problema?, ¿la habré tenido demasiado en bracitos?, ¿soy demasiado protectora?, y un sin fin más de preguntas que llenan y dan vueltas en mi cabeza hasta que de repente, me doy cuenta, tomo consciencia de ello, miro a mi pequeña y me digo a mi misma, «tranquila Silvia, lo estás haciendo bien».

Y es que es normal que nos asalten dudas, mucha gente a nuestro alrededor se atreve a juzgar qué hacemos y qué dejamos de hacer diciéndonos cosas como: otra vez le vas a dar pecho?, ¡te usa de chupete!, la estás mal acostumbrando con tanto brazo, tendría que dormir más, no le des chupete que se acostumbra, abrígala que tiene frío, ¡en esa postura no debe estar cómoda!, tienes que dejar que llore… y así un sin fin más de opiniones que al final, nos acaban afectando. Por ello cuando veamos que nos empiezan a afectar, miremos a nuestros pequeños, creciendo bonitos y felices y digámonos «lo estás haciendo bien». Porque no podemos dejar que estas nos lleven a cuestionarnos. No, no y no. Porque esas personas, que no dudo que lo deben hacer con la mejor de sus intenciones, no están en nuestra situación y no sabemos si de estar en ella, le habrían dado el chupete mucho antes que nosotras o si no habrían aprovechado a tener a sus bebés en brazos más tiempo del que nosotras los tenemos por ejemplo. Y sobre todo, no, no y no porque son nuestros hijos y nadie mejor que nosotras, sus madres y también sus padres, para saber que quieren, necesitan o es bueno para ellos.

No pueden juzgarnos porque no están en nuestra piel, y no pueden esperar que hagamos caso de sus consejos porque si lo hiciéramos no estaríamos siguiendo nuestro propio instinto de madre y no nos estarían dejando ejercer nuestro rol como mamás. Podemos y debemos escucharlos, claro que si, y de todos esos consejos, sacar nuestras conclusiones y decisiones, escuchando siempre nuestras intuiciones, dejándonos guiar por ellas y actuando en consecuencia. Porque si actuamos con el corazón, haciéndolo lo mejor que sabemos e intentando aprender para saber hacerlo aún mejor, que no dudo que así es, siempre estará bien, y para esos momentos en que dudemos porque los comentarios de alrededor nos superen… sigamos nuestro instinto, miremos a nuestros pequeños y repitámonos una y otra vez: LO ESTOY HACIENDO BIEN.