
Tú,
Tú que eres luz.
Tú que cada nuevo día me das una nueva oportunidad. A veces, incluso a cada momento . Y con ello, me enseñas lo sencillo que es perdonar, pasar página y amar.
Tú que más que caminar corres y en cada trote me muestras la impaciencia y la ilusión de lo que está por venir.
Tú, que haces tangible que vea lo rápido que pasa el tiempo, haciéndome ver como creces a pasos agigantados cada día. Haciéndome ver que vida, solo hay una.
Tú, que me enseñas que el cansancio tiene límites más lejanos de los que creía y que por ti, los puedo superar. Y tú, que me enseñas a no ser tan exigente. Porque cuando no supero ese cansancio y no te doy tanto como me gustaría, sigues ahí queriéndome locamente y eligiéndome como tu mamá.
Tú, que cuando me dices “bracito mamá” me haces sentir que me necesitas y que aún sostengo tu mundo.
Tú que me enseñas que un mal día se puede cambiar con un solo gesto. Cuando llego a casa y con una carcajada tuya todo se esfuma. O con abrazo. O con una mirada.
Tú, que con tu rebeldía me has hecho más inconformista y reflexiva. Tú que haces que quiera mejorar, que ponga todos mis esfuerzos en educarte bonito.
Tú, que haces que el verde de la montaña sea más intenso, que el sol brille más y que le das color a los días grises. Tú que haces que lo viva todo con más ganas visto desde tus ojos de primera vez.
Tú, que me enseñas lo que es la calma con tus momentos de paz y que me enseñas lo que es la tempestad, en tus momentos de enfados y rabietas.
Tú, que con tus dos años te conformas con menos de lo que lo hago yo a mis 31. Y me recuerdas con ello lo que es verdaderamente importante.
Tú, que con tus ojos llenos de inocencia y ganas, me das esperanza. Me haces creer en un mundo mejor.
Tú que me das tanto sin saberlo. Tanto que no sé si una vida entera me bastará para devolvértelo.
Tú que me has enseñado el amor más verdadero, no ese amor romántico de las películas. No. El amor de verdad. El que se siente por una hija.
Tú, que has encontrado de la forma más natural palabras para explicarlo. Tú, que me has enseñado a amar fuerte. Tú, mi pequeño gran amor.
Tú, que me has hecho y a cada segundo, me haces madre.
Tú, que eres luz y que iluminas mis días

